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Dos días en la Tabarca del 68

Los días 18 y 19 de marzo de 1968, el escritor y periodista Antonio González Pomata, junto al fotógrafo de prensa Perfecto Arjones, ambos en las filas del Diario Información de Alicante, vivían y convivían con sus habitantes la realidad de una isla de Tabarca que, si bien ya queda lejos de la Tabarca de hoy, no deja de ser reflejo de una época, contando con que, además, llevaban el encargo de dicho medio escrito de sacar la «peor parte» de una isla todavía alejada del anhelado turismo, en el que tenían depositadas todas las esperanzas de supervivencia.


El resultado de estos dos intensos días fue publicado en las páginas del Diario Información en seis entregas: los días 2, 3, 4, 6, 9 y 10 de abril, que recuperamos a continuación, texto y fotografías, si bien estas con la escasa calidad de impresión de la época, respetando las incorrecciones del uso del valenciano del momento en que se redactaron, así como alguna que otra palabra de argot tabarquino y marinero, o incluso, a veces, errores reiterados, probablemente por desconocimiento de los mismos, como por ejemplo escribir «Lilla» en vez de «l'illa».


Nos encontramos con una isla y unos isleños con muchas necesidades y carencias, deseosos de crecer y progresar en un entorno ahogado por la desidia e interferencias entre las dos administraciones de las que dependía entonces —Ayuntamiento de Alicante y Bellas Artes—, más la zona marítima y los militares por en medio, que no hacían más que plantear problemas y hacer promesas, en lugar de proporcionar soluciones, provocando una decadencia de la que solo el turismo parecía ser capaz de evitar, por lo que se depositaban en él todas sus esperanzas de futuro.


Diario Información, 2 de abril de 1968, p.12
Isla de Tabarca. Una milla de longitud y seiscientos metros de anchura. Es la Nueva Tabarca de Carlos III y aquel grupo de genoveses rescatados de la otra Tabarka norteafricana. Pero no hemos ido a la isla a rememorar el pasado.
Hay aspectos humanos, de hoy, de Tabarca que no han salido a la palestra. En este pequeño espacio amurallado —en lamentable estado ruinoso— está la «otra cara de Tabarca». Una faz bastante pálida que ni el sol y los vientos que la azotan, ni la moderna cosmética, han logrado mejorar. Su epidermis deja mucho que desear. 
Esta es la Tabarca que INFORMACIÓN, en su peregrinar por la provincia, ha querido buscar. Y en verdad que la halló en dos jornadas de convivencia isleña.

UN LUNES CON CARA DE SÁBADO
Víspera de San José. Estamos a pocas horas de la primavera y a solo cuatro o cinco millas de Tabarca. Sentimos ansiedad por dar el salto a la isla. En la Cofradía de Pescadores de Santa Pola nos han dicho que hay varias embarcaciones de «Lilla», que será fácil ir con alguna de ellas. Tomás Buades se ocupó del circunstancial rol.
—¡Mira la isla. Parece un barco en alta mar!
—¡Fíjate, fíjate...! ¿Verdad que aparenta un gran portaaviones?
Nuestro compañero Arjones va cargado de máquinas. La espera se hace larga. Hay tiempo para hablar y mirar aquel promontorio sobre las aguas.

EL DESFILE DE LOS CAPAZOS Y LOS BULTOS
Los de «Lilla» están de compras. Partiremos —nos dice el patrón del «Virgen del Carmen»— sobre las once de la mañana. Pronto comienzan a aparecer en el puerto mujeres con capazos y encargos. Ya ha salido un «llaud» cargado de gente, sacos de cemento, ladrillos, maderos, ventanales y la más variada gama de objetos. Una mujer ha exclamado:
—¿De aquí es el llaud que se ha anat...?
Tomás, el patrón mayor de la Cofradía de Santa Pola, no ha dejado el puerto. Quiere vernos a bordo. Un hombre de la isla —Estanislao Ruso Quesada— ha dicho que no nos preocupemos por el alojamiento, que nos ofrece su casa para pernoctar. Y que al llegar preguntemos por el bar Petrola, que no hay otro. En él nos darán de comer.

«LEVECHE» DE POPA Y MALOS VIENTOS PARA LA PRENSA
Se acentúa el «levechol». Hay buen día para la navegación. Han salido ya dos barcos y en el tercero está nuestro turno. Iremos con el correo, el llamado «María de los Dolores», cuyo dueño, don Vicente Baeza, se ha ofrecido amablemente a llevarnos a Tabarca. Otra mujer, al saber que éramos de la Prensa, dijo:
—¡A mí que no me pregunten, que no diré res de res...!
Nuestra respuesta fue ayudar a la buena mujer a cargar a bordo un buen lote de ladrillos. Sus razones tendría para hablar así. Es inevitable que se nos mire y remire. Los pescadores son así, poco comunicativos en principio pero nobles y abiertos después.

En ruta hacia la isla. Santa Pola, al fondo, ofrece una perspectiva maravillosa.
Desde el mar descubrimos una nueva Santa Pola.

LA «FERRAMENTA» DEL TÍO ESTANISLAO Y LA GRÚA DE MANIVELA
Este hombre fue nuestro primer contacto isleño. Vino a Santa Pola a cambiarse la «ferramenta». Dice que como lo natural, nada; que la dentadura se fue con los años y que conviene reponerla.
—¡Esa grúa de manivela vieja que había en el puerto de Santa Pola deben mandarla a Lilla, que allí hace mucha falta!
Se comenta que la isla debe estar más comunicada y que, quizás, el Instituto Social de la Marina pudiera conceder un barco a los isleños para ir y venir «a tierra».
—¿No les parece que Tabarca sería un sitio ideal para que los Sindicatos montasen una de esas residencias que hay en toda España y donde los trabajadores van a veranear?
Se producen manifestaciones de toda índole. Todas, claro, en favor de la isla y de sus gentes. Tomás Buades se desespera, y nos enseña una carta que acaba de recibir de Almería. Ese problema de las pesquerías en lo que llaman «fuera de milla». Muchos barcos españoles están siendo avasallados por las lanchas patrulleras argelinas aun fuera de sus aguas jurisdiccionales. La carta es una llamada a la gestión común del litoral, pues el Gobierno debe intervenir para proteger las faenas de la pesca en aquellas aguas internacionales.

RUMBO A NUEVA TABARCA
El «María de los Dolores» ha soltado amarras. El puerto ha quedado atrás y enfilamos proa a «Lilla». Descubrimos lo bonito que es Santa Pola desde el mar. La isla se acerca cada vez más. El trayecto es corto. Sale una singladura de media hora. No da tiempo ni a marearse. Arjones —que pasó las suyas en la aventura pesquera de «El Cardenal»— está hoy contento. No hay peligro a «devolver la peseta».
Nos dice que el viaje desde Alicante y por mar es muy distinto. Que llega antes y se evita un trozo donde las aguas suelen estar agitadas.

FRENTE A LA ISLA Y EN LA HORA DEL MEDIODÍA
Nos gusta la isla desde el mar. Da un poco de rubor afirmar lo que aquella vez en Fontilles, pues allá, como aquí, jamás habíamos estado antes. Así pues —y va por los compañeros—, si ansiábamos descubrir algo distinto a un buen «caldero» y esas referencias históricas que siendo básicas no constituían el pilar de nuestra incursión marinera.
Lo bonito de la isla, lo monumental, artístico e histórico, está ya más que archisabido. Y como siempre nos tocó la peor parte; buscar lo defectuoso, lo que reclama atención, lo que «pica» más que ese «alioli» que es entrañable compañero del arroz y del «caldero».

Esta es la isla de Tabarca, una prolongación del cabo de Santa Pola,
bonita, agradable y simpática, pero muy necesitada de atención en todos los órdenes.

PUERTO Y TIERRA FIRME
Don Vicente Baeza dice que ya le pagamos el viaje. Trabajando con las redes. Vemos a un fornido hombre vestido de azul, a lo pescador. Es el personaje que necesitamos para la introducción.
—¿Es usted Tomaset, el patrón mayor de la Cofradía?
Somos de INFORMACIÓN y vamos a estar dos días en la isla. Pronto nos lleva ante el alcalde pedáneo, pues Tabarca es un «barrio» de Alicante. Y después al bar «Petrolo». Una guapa chica —que las hay en la isla como en todas partes— se ocupó de atendernos. Nada menos que Vicentina Parodi, la que fue dama de honor de la Belleza del Foc 1965, con todos «honores».
—¿Por qué está la gente tan «recelosa» con el periódico?
Hemos lanzado la pregunta al voleo ante unos hombres que copeaban en la diminuta barra de bar. Y nos dicen que las visitas anteriores de algunos de la Prensa, que preguntaron y se les contestó, no habían complacido a los isleños, pues la verdad de la isla, lo «crudo» de ella, jamás se publicó. Pensamos que lo mejor es un «mutis» a tiempo y que luego, más tarde, al confraternizar, se abrirán puertas, bocas y corazones.

DÍA DE MERENGUES EN EL «PETROLO»
Vemos un frigorífico pero a gas butano. Y hablamos de la luz. Pero se produce un hecho simpático, el de la improvisada y singular confitería isleña. Y es que el «tío Petrolo» ha traído de Santa Pola una caja de madera con dos puertecíllas. La gente entra, abre y saca pasteles de merengue blancos y rosa. Se produce un verdadero desfile de niños, maduros y viejos de ambos sexos. Es la hora «dels dolsetchs dels chiquetx».
—¡Los pobrecitos. Si no tienen otra cosa en el pueblo!
Prosigue el desfile y algunas señoras se chupan los dedos con verdadero deleite. Pasa lo que con las gambas. Esto es cosa de dedos. Pronto se agota la mercancía. Nuestros merengues se los comieron dos pequeños que llegaron tarde. Y siguen desfilando los poco madrugadores del merengue.
—¿San acabat ya, Visentina? ¿Perqué no porteu mes?
—¡Perque exa caxa val sent duros!
Yo, en este ambiente infantil y de «merengue» recordé a la menor de mis pequeñas, quien al saber de mi marcha a no sé qué isla en su infantil imaginación, dijo:
—¡Papá. A ver si te cogen los «batubas» y vienes pelao!


Diario Información, 3 de abril de 1968, p.12
Tabarca «hace agua». Tiene la isla unos doscientos cincuenta habitantes. Dicen que hubo más de mil quinientos y ello debió ser a principios de siglo, cuando las almadrabas, cuando las cosas andaban baratas y el dinero caro; cuando comía el que comía y calzaba quien calzaba.
—¡Hasta en cuevas y mazmorras vivía la gente!
Hoy son improvisados vertederos que se dan de puntapiés dentro de este aire monumental artístico-histórico que alguien pretende —no acabamos de comprender con qué fundamento— dar a la pequeña isla alicantina.
—¡Aquí sem de tots y no sem de ningú...!
Tabarca reclama un mínimo de atención a voz en grito. Lo problemático es saber quién se la presta. El Ayuntamiento de Alicante —que es su capitalidad— tememos que hasta ahora y por el momento no. Bellas Artes ya tendrá bastante con poder mejorar —si lo consigue— las maltrechas y derruidas murallas que rodean parte de la isla.
—¡Esto es como un viejo navío encallado frente al cabo de Santa Pola!

SEPULTURERO, ALGUACIL Y ESPECIALISTA EN «CALDEROS»
Manuel García Ruso. Fue nuestro «cicerone». A sus títulos debemos añadir, con simpatía, el de «introductor de embajadores». Es el único funcionario en plantilla que el Ayuntamiento de la capital tiene en la isla. Sepulturero de segunda con funciones de alguacil. Treinta y dos mil pesetillas al año y un merendero —La Glorieta— que explota con su familia en la playa de Tabarca.
—¡De barrendero nada; ya he dicho que no trabajo más!
Ya sabemos que hace unos «calderos» estupendos. Parece, que cierta muela le tiene taciturno. No hay para menos. Dice que el cementerio está nuevo, pero que es pequeño. La media anual es de cinco inhumaciones. Cinco que se van y cinco que se vienen, pues este es también el índice de natalicios en Tabarca.
—¿Tan pequeño es el cementerio de la isla?
—¡Toma...! ¡Para enterrar a uno hay que sacar a otro!
Nuestro hombre es «cordobesista». Sueña con que el torero vaya a la isla. Anhela una foto dedicada. Quiere hacerle un buen caldero y buscar amistades para que «influyan». Dice —muy en serio— que tiene necesidad de hablar con él, aunque solo sea cinco minutos. La avioneta —pensamos— no sirve. Haría falta un helicóptero.

Estas murallas son lo artístico e histórico de la isla. Es una parte muy bonita que merece cuidarse y restaurarse.
Pero lo cortés no quita lo valiente. Puede haber fortaleza e historia, pero progreso y buen porvenir.

PISANDO LAS VIEJAS MURALLAS DE TABARCA
La parte amurallada de la isla es muy bella. Su estado es ruinoso y hay trozos que se sostienen de milagro. Los años no pasan en balde. Habrá que hacer un tremendo y «caro» esfuerzo para restaurar la fortaleza.
—¿Qué farán en el mich milló de pesetes ya asignat...?
Unos dicen que no hay ni para «portes» de materiales. Otros apuntan que aún no han visto el medio millón. Los guasones apuntan que «ni pa calderos». Pero recogemos una exclamación:
—¡Esto no lo ha visto el Ministerio!
El que la zona amurallada se declare o estime monumento artístico-histórico nos parece de perlas. No es así el hecho —que ya lo es— de que toda la isla merezca esta calificación «monumental». Algo así como si en Roma, por el hecho de tener un Foro, un Coliseo, un Arco de Constantino o unas Termas de Caracalla, esto hubiera sido razón para frenar o impedir el moderno crecimiento de la ciudad.
—¡Ni hacer ni dejar hacer!
De ahí que los isleños no estén muy de acuerdo con el paternalismo de Bellas Artes.

EDIFICAR, PERO A LA VIEJA USANZA
Por aquello de lo histórico-artístico no se deja edificar a lo moderno. Quizás sea por conservar la línea arquitectónica de Tabarca. Lo que no sabemos, y nos agradaría entender es, qué línea autóctona tiene la isla en esto de la edificación, pues no las casas, sino las casuchas que existen dejan mucho que desear. De verdad que no lo entendemos. Tabarca huele a decadencia y pretender mantenerla es un absurdo.
—¡Para mover una teja, hay que planificar, informar, pedir permiso a Alicante, luego a Bellas Artes...!
Las gentes de Tabarca dicen que alguien pretende echarlos de la isla y que lo «monumental» es un freno al turismo.
Que algunas iniciativas de envergadura han tropezado con la más fuerte oposición.

¿Qué «línea» arquitectónica tiene Tabarca? Aquí lo que se necesita es un buen «lavado de cerebro»
y de muchas cosas más para conseguir que la pequeña isla viva su propia vida sin limitaciones absurdas.

EL «TÍO MORENO» TODO UN PERSONAJE DE LA ISLA
Nos han hablado de tres personas de Tabarca; el «Tío Moreno», el «Tío Bautista» y el «Canoche». Este último viste de cura.
—¡Pa mí lo peor de la isla son las casas en ruinas con la falta que hacen!
Lo ha dicho el «Tío Moreno». Es un hombre a lo «Popeye» ciego y con 72 años de edad. Está más fuerte que una roca. Se pasea la isla sin ayuda de nadie. Dice que nunca le han puesto una inyección en sus carnes. Se come medio kilo de arroz de una «sentá» y para demostrar su resistencia de estómago, hasta se engulle los huevos con cáscara y todo.
El «Tío Moreno» ha recorrido en sus años jóvenes mucho mundo. Comentaba con un compañero de aventuras que en Canarias estuvieron unos días hospedados en un hotel, que le presentaron un papel al que llaman «carta» y que al ver arroz a la cubana lo pidió de primero y segundo plato. Que en quince días no comió otra cosa ante el asombro de todos.
—¡Esas casas en ruinas, esas casas hundidas...!
—¡Que obliguen a edificar para que los de Lilla no tengan que irse a vivir a otra parte por falta de casa!

LUZ ELÉCTRICA «A MOTOR»
Un día llegó a la isla don Miguel Moscardó y con él, más tarde, la luz eléctrica. Regaló un motor de 25 HP, que accionado a gasoil facilitó las primicias de la electrificación isleña. Pero el sistema es caro y de ahí el que haya que «racionar» el suministro. De esto ya hace cuatro años. Se dan cuatro horas de luz, o sea, de siete de la tarde a once de la noche.   
—¡Aun así —dicen— sale más caro que en Alicante!
Comentan que hace unos dos años se pidió presupuesto a la «Hidro» para un cable anfibio desde el Cabo de Santa Pola. Dijeron, al parecer, que costaría unos seis millones de pesetas. Pero quedo en eso; una consulta. Hubo promesa —del Ayuntamiento— de un motor de mayor potencia.
También ha pasado el tiempo y nada. Alguien dice que aún se deben treinta mil pesetas de una reparación que hubo que hacer en el motor.

Una buena señora de Tabarca lavando sus ropas con agua del mar.
Otro problema, el del agua, que padece Tabarca.

FRANCO ESTUVO EN LA ISLA
Lo comentaban unos pescadores. Fue respondiendo a la pregunta de si la isla había sido visitada por algún alto personaje. Franco y Pío Cabanillas. Pero al referir la visita del Jefe del Estado, dicen que cierto día vieron acercarse el «Azor». Fondeó y una lancha llegó a tierra. En ella, el Caudillo. Recorrió toda la isla y hasta subió al torreón-fortaleza que fuera antigua prisión, hoy cuartel de la Guardia Civil, por un tramo de escaleras en estado ruinoso. Desde lo alto se divisa isla, bahía de Alicante y todo. Los pescadores, gozosos de la presencia de Franco, regalaron al mismo un mero de grandes proporciones. Fue —dicen— una jornada histórica.
Tabarca es una empresa de Alicante. Tabarca ha requerido nuestra atención como clama por la de todos. De Tabarca hemos de seguir hablando.


Diario Información, 4 de abril de 1968, p.15
Por el arco de Poniente una buena mujer dejó atrás las murallas. La vimos ir hacia las rocas, arrodillarse y ponerse a lavar ropas en el agua del mar...
—¡Ah, el agua...! ¡Este es otro problema de Tabarca!
O la manda el cielo o la trae un barco de la Marina de Guerra. De Cartagena llega cuando hay sequía prolongada. Y eso sí, paga el Ayuntamiento de Alicante.

En la isla hay un gran depósito y hasta algunas fuentes. Aljibes en las casas y hasta en la propia calle. Aquí sí cabe aquello de «una gota vale por mil». Pero como en Gibraltar y a menor escala también en Tabarca se ha pretendido disponer rampas y explanadas receptoras del preciado líquido que de vez en cuando lanzan las nubes.
—¡Esta es la obra —nos dicen— se empezó y no se terminó por falta de dinero!
Hubo asomos de una planta potabilizadora de aguas del mar. creo que solar. Pero no llegó a cuajar pese a la visita técnica y estudios. Debe ser caro el procedimiento. Y Tabarca...

El puerto de la isla es un rincón muy bonito. Este es el refugio de los pescadores isleños.

LA CASA DEL GOBERNADOR Y SUS ÚLTIMOS INQUILINOS
Tenemos un poco de afición a la arqueología pero en esto de estimar las líneas arquitectónicas de lo antiguo se ve que somos de un analfabeto subido excepcional.
—¿Conoce usted, amable lector, la llamada Casa del Gobernador en Tabarca?
Hemos oído decir a alguien que tiene mucho valor, que es una pieza importante, que ha habido gente interesada en la cuestión. La verdad, no le vemos por parte alguna más valor que el que le pueda dar la dinamita, pues de aprovechable tiene bien poco. El solar sí claro.
—¿No será este el verdadero «interés» de la Casa del Gobernador?
Pero en este maltrecho caserón —que apenas puede ya sostenerse— viven o malviven en permanente peligro los últimos inquilinos. Se trata de tres hermanos, dos hembras y un varón, solteros y pobres de solemnidad, a quienes un grupo de nueve cursillistas de cristiandad están construyendo una vivienda «a escote» en un trozo de solar regalado por la Cofradía de Pescadores.
—¡Dígalo usted en el periódico a ver si se abre una suscripción y recogemos unas limosnitas...!
Lo ha dicho un albañil —de los del grupo— con cara de franciscano. Y la verdad es que no nos gustan las «limosnitas» a este estilo. Tampoco el que cualquier hijo de vecina no tenga casa donde habitar. Debe haber alguna otra solución... Ello no obsta para que a todos nos complazca el gesto y la casa que construyen.
—¿Pero y la Casa de la Abadía, esa recia obra que sí es aprovechable y que desde la guerra está abandonada?

Esta es la explanada que comenzó a construirse para recoger las aguas de lluvia.
No se terminó por falta de
«fondos».

UN TELEVISOR PARA 250 VECINOS
Esta vez la introducción en la isla de tan necesario medio de cultura y esparcimiento no llegó de manos «caseras». Tuvo que ser un buen señor extranjero, amigo de la isla y por consiguiente de un buen yate de recreo, quien dijera:
—¡Hala...! ¡Ahí les mando como regalo un televisor para disfrute público!
Y los isleños agradecieron —¡cómo no!— este gesto del amigo forastero. Pronto el local de la Cofradía se convirtió en «cine» en esas horas «punta» en que está permitido el uso de la electricidad. Debemos citar al bienhechor: don Carlos Pradel.
Los vecinos de la isla cogen sus sillas y acuden a la Cofradía. Un día de toros es un acontecimiento general. Si se trata de fútbol, el sexo femenino, si no quiere aburrirse, tiene que tragarse el partido.
—¿Por qué no hay más televisores en Tabarca?
Hay una explicación. Sucede como con los frigoríficos. Ni más ni menos que falta de capacidad de ese motor de 25 HP que facilita la corriente. Quiere decirse que no da para más que para un televisor...
—¡Con luz habría en la isla más de veinte aparatos...!
—¡Y si no hay dinés p'aixó están les lletres...!

Estado actual de la llamada Casa del Gobernador. En Tabarca.
Un montón de ruinas que dudamos puedan tener utilidad histórica.

OTRA CLASE DE RUINAS; LAS QUE NO SE COMPRENDEN
Parece como si la mitad de las viviendas del poblado isleño estuvieran en ruinas. Algo así como «casa sí, casa no». El panorama urbano da pena y de las gordas. Nadie obliga a nadie. Si la casa se cae de vieja, que se caiga, pero ella solita de por sí. Aparte el peligro que ello supone para los edificios contiguos, son rincones de suciedad manifiesta.
—¿Acaso la ley del suelo, las cargas y gravámenes, los impuestos no son aplicables en Tabarca para evitar estas cosas?
El que Carlos III privara a los isleños de ir a la «mili» y otorgara algunos privilegios no presupone —creemos— que hoy por hoy las cosas hayan de estar así.
—¡Son gentes que se han ido de la isla, que viven fuera de ella, que no venden a ningún precio y que quieren hacer grandes negocios, más tarde o más temprano, con los solares...!
Por nuestra parte hemos podido observar que estas otras ruinas —no las creemos bajo la protección de Bellas Artes— son letrinas públicas y guarida de alimañas. Dudamos de que exista alguna ley que proteja este estado de cosas.
—¡Que se obligue a edificar —dicen— a vender o que en su caso se expropie el solar.
Y todo se explica. Ya dijimos en reportaje anterior que los jóvenes casaderos, al no disponer de vivienda, optan por marcharse fuera de Tabarca a vivir, cuando su gusto sería residir en ella, en su tierra natal, la que quieren y aman pese a todos los inconvenientes y «frenos».
—¡La «parvada» de jóvenes, esos que no tienen casa, que no disponen de solar y se van de la isla...!
El suelo en la isla se ha revalorizado mucho. Una casita cualquiera, modestísima, como todo lo de Tabarca, vale 70 u 80.000 pesetas. No hablemos de solares que se compraron por gentes «de fuera» a 500 o 1.000 pesetas, no metro, sino solar, y que hoy no se sabe lo que valdrían, pues raramente se vende nada. Se huele a especulación del suelo y grandes negocios en ciernes.
—¿No es motivo de peso esta revalorización para obligar a hacer algo práctico?
Y viene aquello de que «sem de tox y no sem de ningú» pues la zona marítima por un lado, la militar por otro, las delimitaciones consiguientes de faro, cuartel, etc. abundado por Bellas Artes y ahora por la especulación de los particulares, todo constituye un tremendo freno, inexplicable, al progreso de Tabarca que lo necesita a voz en grito.

Junto a la iglesia la Casa Abadía. Una obra recia que está abandonada desde la guerra de Liberación
y cuya utilidad aún no se ha medido por nadie.

OTRA SINGLADURA EN LA INFORMACIÓN
Hay mucho que tocar y que «rascar» en la isla de Tabarca. Nos tocó la peor parte. Queremos cumplir con este deber. Procuraremos hacerlo de la mejor manera. Y todo porque la isla nos gusta, porque vemos en ella un porvenir esperanzador, porque estamos seguros de que, contra viento y marea —Tabarca sabe de esto mucho por su condición marinera— la Nueva Tabarca de Carlos III dejará de oler a carcoma.


Diario Información, 6 de abril de 1968, p.15
Ya vuelven a tocar la isla algunos yates, balandros y embarcaciones de recreo. Muy pronto, cuando la avalancha humana del interior llegue a la costa, también las «canoas» de Alicante iniciarán sus excursiones. Dicen los de Tabarca que con el buen tiempo la cosa cambia, que la isla se anima, que hay más «vida». Y exclaman:
—¡Nueve meses de presidio y tres de diversión!
Arribarán los aficionados a la pesca, los adictos al «caldero», otros que ante lo pequeño se sentirán «grandes». Y es que modestia y austeridad, vida simple, ese oler a necesidad y viejas costumbres, deben tener su encanto. Un «atractivo» que Tabarca no necesita promocionar, pues lo tiene bien arraigado...
—¿Quién no se ha sentido algo «descubridor» en la diminuta isla alicantina?
—¿Quién no ha venido diciendo que allí las personas viven de tal o cual forma, que no tienen luz, que no disponen de un mal cine o de un mal árbol y que esta apartada existencia es dura y exigente, difícil de admitir en la época de comodidad en que vivimos?

CRITERIOS SOBRE TABARCA
En más de una ocasión —sin duda desafortunada— hemos oído decir que la solución de Tabarca está en buscar a sus vecinos un piso en Alicante y desalojar la isla. Que este trozo de tierra no da nada y que solo ocasiona gastos. Un criterio difícil de compartir porque margina otra clase de razones; las sentimentales, las humanas, las de vinculación a una tierra donde se nació, donde se desea vivir y hasta también morir.
—¿Acaso es preciso dejar a Tabarca en el olvido, como una isla sin solución, como algo infecundo y carente de remedio?
—¿No sería, acaso, más justo hallar la fórmula de hacer rentable el islote y conseguir su progreso en todos los órdenes?

PARA LA ISLA, UNA SOLUCIÓN: EL TURISMO
Dótese a Tabarca de un mínimo de comodidades. Móntese algún buen hotel, residencia o parador de turismo. Establézcase un medio de comunicación rápido y regular con Alicante o Santa Pola. Veríamos entonces cómo la isla salía de su marasmo, de esta obligada inercia en que está sumida. Y decimos «obligada» porque, al parecer, a toda iniciativa se han opuesto las mayores barreras. Al menos esto opinan los isleños.
—¿Acaso lo artístico-histórico no quedaría así más protegido y salvaguardado que en la actual coyuntura?
—¿No podría ser Tabarca —a quince minutos de Santa Pola— un delicioso retiro mediterráneo de paz y aislamiento, demandado en toda época del año?
Se comenta que en la ensenada de «La Cueva del Lobo Marino» alguien quiso construir un hotel. También que el campo de la isla está vendido, que lo compraron unos promotores y que no han hecho nada porque no dejan.
—¡Hay una mano negra —dicen— que impide que la isla progrese!

Rueda con los jóvenes de Tabarca. Dicen que se aburren de ver las mismas caras,
pero que son felices en la isla. Y los casaderos, por falta de vivienda, tienen que marchar a «tierra firme».

A FALTA DE ALCANTARILLADO ¡TODO POR LA BORDA!
Verdad es —perdón amigos de Tabarca— que los vecinos de la isla podrían poner algo de su parte. Hay mucha suciedad y la vida en comunidad exige colaboración. Nadie paga nada. No existen los impuestos municipales. Mejor que mejor para esa política de «arrimar el hombro» necesaria en la conservación de las cosas. El que el Ayuntamiento de Alicante no lo «arrime» en la medida que sería de desear, no debe arrastrar a la dejadez. Quizás marcando el propio ejemplo se ganarían importantes bazas.
—¿Qué sucedió con la cal para blanquear las casas del poblado?
Apuntan los isleños que se les ha prometido mucho y cumplido poco. Ahí el alcantarillado. Hace dos años que se tomaron medidas y aún nada. De ahí también el que la isla sea como un barco donde se arrojan por la borda toda clase de basuras. Claro que este «barco» no navega, está parado. Y esto es lo peor.
—¡Eh, señora, por favor, que estamos aquí...!
Trípodes, máquinas, Arjones y un servidor de ustedes, casi estuvieron a punto de recibir la más pegajosa de las duchas, pues una buena mujer desde lo alto de la muralla había accionado ya su tremendo cubo lleno de agua sucia y no sabemos qué otros aditamentos. Por todas partes se aprecia este defecto. Debe ser fácil el alcantarillado en Tabarca.

UN CAMPO QUE DIO MELONES, GUISANTES, HABAS Y LAS MÁS DIVERSAS HORTALIZAS
Al este de la isla hay un extenso campo de chumberas y tierra en blanco. Creo habrá unas treinta o cuarenta tahúllas. Un simple movimiento con la punta del zapato nos demuestra que en Tabarca hay tierra de «molla». Nos dice Martín Martínez, cabo de la Guardia Civil, que hubo un tiempo en que este campo se cultivó. Buenas cebadas y hasta melones, habas, guisantes y otras hortalizas. No hay agua para el riego y todo depende del cielo.
—¡Echó aquel agricultor el último año la semilla y aún está esperando a que salga la planta!
Quiere decirse que una de tantas sequías acabó con la paciencia del labrador isleño. Hoy el campo está bonito. Es primavera. Vegetación espontánea y la tristeza de no hallar en toda Tabarca un solo árbol.
—¿Por qué no una ronda agronómica o forestal para determinar si técnicamente puede haber o no vegetación en la isla?

Una parte del llamado «campo de Tabarca». Junto a estas chumberas hubo melones, guisantes y hortalizas.
Pero la falta de agua de riego hizo abandonar la empresa. Un lugar idóneo para la promoción turística.

LOS JÓVENES DE LA ISLA
El cura párroco es un joven muchacho que cuida del otro campo, el espiritual, en esta isla de Alicante. Don Francisco Martínez Navarro —de la promoción del reverendo Esteve hoy en La Encina— atiende Tabarca desde hace cinco meses. Llega los viernes y parte los lunes. Y hemos asociado a ambos porque, ambos poblados y ambos sacerdotes, tienen mucho en común. Tienen «garra» en su importante misión evangélica.
Este simpático y eficaz «pater» sabe trabajar. Todos le quieren y los niños, en plena calle, se abrazan a él prodigándole sus infantiles besos. Se le ve en el puerto con los pescadores, en las casas con los viejos, en la plaza con los jóvenes jugando al fútbol. También en las pequeñas tertulias cambiando impresiones y aportando ideas.
—¿Nos reúne usted «pater» a un grupo de mozos y mozas?
Y fue después de la santa misa, en lo que hemos llamado la plaza de los cuatro aljibes. Andreína, María Dolores y Pepita son tres chicas casaderas. Bautista Pianelo, Manuel Manzanaro y Rafael Arques unos muchachos fornidos, que han dejado su partido dominguero para atendernos.
—¡En el verano no nos aburrimos tanto como ahora!
Las chicas dicen que solo van de vez en cuando a Santa Pola de compras. Que no ven un cine. Hay unos veinte hombres pescando en la «mar grande». Algunos a su regreso se casarán. Y tendrán que irse de la isla por falta de casa que habitar. No comprenden el porqué de verse obligados a emigrar cuando en Tabarca abundan los solares y las casas abandonadas. Les gusta la isla y quieren vivir en ella.
—¡Hemos estado en el «Ajuntamiento» de Alicante a ver si nos daban o vendían un solar para edificar la casita y nada...!
El joven sacerdote manifiesta que este es el problema de Tabarca. El que se casa y tiene donde vivir, se queda; el que no, se va.

UN CIGARRO PURO DEL DÍA DE SAN JOSÉ
Como en todos los pueblos, en esta aldea isleña también hay uno de esos tontos de turno. En el bar «Petrolo», se acercó a nosotros muy solícito. Y es que el buen hombre ya nos había visto «pureando». Dijo que era su santo y que no tenía un puro que llevar a la boca. Algo añadió sobre el estanco. Estaba apenado y no nos dejaba. Se explicó muy bien. Un diplomático en regla que venía a confirmar aquello de que estos seres a la hora de reparto, de tontos no tienen nada. Y se fumaría el cigarro, claro...


Diario Información, 9 de abril de 1968, p.15
Tabarca. Despertar a «Lo capital». Dos cosas nos han sorprendido; la tremenda algarabía de los pájaros y las ruidosas explosiones de un vehículo a motor.
—¿También problemas de circulación en la isla?
La «diana» ha sido en honor de una vecina que reconstruye su hogar. Los materiales llegaron a puerto en un «llaud». Y al poblado los sube el único motocarro que hay en Tabarca. Dicen que el otro vehículo es de tracción animal. Un carro y una burra. Este es el «censo».

—¡Un ladrillo que en Santa Pola se paga a peseta, aquí en la isla vale cuatro...!
Es cara la construcción de ahí el que recordemos lo problemático del transporte lo exiguo de esas quinientas mil pesetas que comentan ha asignado ya Bellas Artes para restaurar las murallas.

EL OCASO DE LAS PALMERAS
Tabarca tiene tres plazas: una muy amplia, de «los cuatro aljibes», otra menor donde radica la Cofradía de Pescadores y una tercera, junto a la iglesia. Parece que en todas hubo plantaciones de palmeras y es fácil ver que en ninguna de ellas llegaron a cuajar.
—¡Es la isla de los cuatro vientos!
Puede que sí. También que ellos no sean la causa total de esta falta de «cuaje» o arraigo palmeril. Un árbol tan resistente y tan sufrido, con un mínimo de cuidados, quizás pudo cambiar la triste fisonomía de dicha plaza.
—¿Y el llamado «pino marino», este mismo que en las más castigadas zonas de la costa ha crecido y fructificado?
Sirva esto de invitación a los expertos de Elche y también a los técnicos forestales pues en Tabarca hay tierra y no mala. Una campaña del «arbolito» haría mucho bien a la pequeña isla.

UN MÉDICO Y SIN ENFERMEDADES
Los vecinos de Tabarca tienen médico asignado pero no lo ven. Solo se desplaza en caso de emergencia y estas son raras. La emisora de la Guardia Civil servirá para transmitir el aviso. Dicen que para evacuar a un enfermo de gravedad hay un helicóptero designado.
—¡Aquí no hay enfermedades, solo una gripe de vez en cuando!
Tabarca tiene clínica y casa del facultativo. Construyó el Ayuntamiento de Alicante. Está bien surtida por el Instituto Social de la Marina. Como todos los isleños son pescadores no hay uno que no tenga seguro de enfermedad.
Don Juan Martínez, el practicante, es el responsable de la salud pública en la isla. Se apunta que es de urgente necesidad un depósito de farmacia y que ello podría facilitarlo cualquier farmacéutico. También una mesa de curas que no hay.
—¡Ni siquiera tenemos en la isla un balón de oxígeno!
No nos extraña que el médico no visite la isla salvo en casos extremos. Nos ha sorprendido la confianza que el pueblo tiene con el practicante y seguro que la merece. Se las sabe todas...

Don Juan Martínez, practicante de Tabarca. En sus ratos de ocio y como ayuda económica,
construye barcos de decoración que son verdaderas obras de arte.

UN PRACTICANTE QUE LO HACE TODO ¡HASTA BARCOS!
Llegó hace tres años y no tiene ninguna prisa en marcharse. Dice que Tabarca es su «pequeño paraíso». Una hija se le cayó a un pozo. Todo el pueblo se prestó a rescatarla y la flotilla de barcos se brindó a llevarla «a tierra». Quiere a los isleños y estos a él.
—¡Tabarca es una isla sana porque la atmósfera no está cargada y el aire es limpio!
Entre sus casos y como anécdota el de dos niñas que se encontraron en una playa un tubo de pildoras anti-baby. Se lo tragaron íntegro y hubo síntomas de envenenamiento. ¡Hasta en Tabarca, amigos...!
—¡Diga usted que hacen falta medicamentos y en el verano aún más!
Pero don Juan, con su pequeño sueldo, unas cuatro mil pesetas mensuales, no obtiene lo necesario. Toda la población es del Seguro. No hay otros ingresos por la profesión. De ahí que en sus ratos libres —que son muchos— se dedique a trabajos artesanos; construye barcos en miniatura y de decoración.
—¡Menudas chapuzas salían de mis manos al principio!
Esta actividad la inició hace dos años. Hoy, sin planos, nos muestra obras de auténtico valor. Sus barcos han salido hacia el extranjero, hacia Madrid y muchas partes de España. Los vende aprovechando la visita a la isla de los forasteros.
—¿Qué pide usted por este hermoso bergantín?
Cinco mil pesetas. Lo ha construido en dos meses y en materiales se ha gastado mil novecientas pesetas. El trabajo no cuenta. Lo importante es que los dota de motor eléctrico, luces y los más mínimos detalles. Ahora tiene acometida la empresa de un submarino que pretende hacer navegar. Pero su mayor obsesión es esta:
—¡Repita lo del depósito de farmacia, que es muy necesario en la isla!

UN PUERTO QUE «HACE AGUA»
El embarcadero o dique se construyó en la época de González Vicéns, gobernador civil de Alicante. Primeros años de la postguerra. Necesita —dicen los pescadores—, cien metros más de espigón, aparte y con urgencia, reforzar la escollera.
—¡Cuando hay un temporal de «levante» los barcos han de refugiarse en Santa Pola y los pequeños, vararlos en la playa de cualquier manera!
Y es que por lo visto «hace agua», pasa por debajo del dique y arrastra las embarcaciones. También necesita un buen dragado ya que carece del mínimo fondo, los yates y otros barcos han de fondear fuera de la dársena.

En las playas de la isla se varan las pequeñas embarcaciones de pesca.
El puerto «hace agua» y reclama ser reparado en evitación de que un temporal cualquiera acabe con él.

EL TRABAJO DE LAS MUJERES; LAS FAENAS DEL HOGAR Y LA RED DE PLÁSTICOS
Las mujeres de Tabarca y las chicas jóvenes ocupan sus ratos de ocio —que no son pocos— en un trabajo artesano; tejer red para los barcos de arrastre. Fácil será ver en cualquier casa de la isla al sexo femenino tratando de ganarse unas pesetas. En Santa Pola hay quien suministra los ovillos de hilo y quien contrata la labor. Unas treinta chicas alternan la red con la casa.
Vicentina Parodi y Tere Ruso —dos guapas chicas— nos dieron detalles de esta «industria». Se mandan las redes al Norte de España y les pagan el trabajo a 13 pesetas el kilo de red tejida con sus manos y con una paciencia excepcional.
—¡Ocho horas de trabajo y un jornal medio de 50 pesetas, bastante menos del «interprofesional»!
—¡Aquí estem tota la semana fent sarsia...!
Otra cuestión que podría abordarse; la de tratar de llevar a Tabarca algunas faenas auxiliares de la industria del calzado de Elche. También fomentar labores artesanas cara a un turismo que, contra viento y marea, ha de llegar a la pequeña isla de Alicante.
Así vive Tabarca. Esta es la «otra cara» de una isla que reclama atención. En «tierra firme» no nos despiertan los pájaros. Sí el recuerdo de unos seres que merecen protección y ayuda.

TABARCA. NOTICIA MÚLTIPLE

LOS INGRESOS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE LA ISLA, PARA BENEFICIAR A SUS HABITANTES
Una buena noticia que nos llega por medio de doña Soledad Álvarez de Estrada, delegada de Bellas Artes en Tabarca y persona muy vinculada a la pequeña isla. Acaba de inaugurar —en una casa de su propiedad que ha dedicado a museo— una interesante colección arqueológica de objetos hallados en la isla y que son fruto de su constante preocupación e interés por las cosas de Tabarca.
A iniciativa de dicha señora se debe la creación del referido museo y nos manifiesta que pensaba cobrar la entrada a los visitantes, pero que ha cambiado de parecer para dedicar lo que se recaude a ayudar en la construcción de una vivienda de necesitados, como asimismo, y posteriormente a otros fines que puedan beneficiar en algo a los habitantes de Tabarca.

SOBRE EL SUMINISTRO DE AGUA A TABARCA
Una aclaración. Cuando hay sequía en Tabarca el agua es suministrada por un barco-tanque de la Marina de Guerra con base en Cartagena. Dijimos que paga el Ayuntamiento de Alicante y no es así, pues tanto el transporte como el agua siempre, cuando proviene de Cartagena, es un servicio de la Marina totalmente gratuito. Quiere decirse que es una misión no remunerada. También agradecemos al comandante militar de Marina de Alicante esta aclaración que, sin duda, servirá para evitar erróneas interpretaciones en un tema que cual este de Tabarca está despertando un inesperado interés.


Diario Información, 10 de abril de 1968, p.17
No pudimos ver lo que algunos pescadores llaman «el alguero». Dicen que en algunos días de calma, cuando las aguas son claras, se ve muy bien el fondo, las rocas y la abundante vegetación acuática. Entre la isla y el cabo hay muy poca profundidad. Solo por un estrecho «canal» —conocido de los expertos— navegan barcos de poco calado y tonelaje.
Tabarca, La Galera y el islote de La Nao forman este diminuto archipiélago que es una continuación geográfica del cabo de Santa Pola o promontorio del Aljibe.
Un pueblo de pescadores de cercanías. Una pequeña isla donde los Manzanaro, Ruso, Chacopino, Parodi y Luchoro perpetúan el origen italiano de los pobladores de Tabarca. Un remanso de paz y carcoma que sueña con su incorporación a la vida activa y pujante del turismo internacional.

TABARCA, EN UN PUÑO
Un solo bar: el «Petrolo». Un televisor para todos: el que donara cierto señor francés. Cinco tiendas de comestibles y artículos de alimentación un poco más caros que en «tierra firme». Quince pequeñas embarcaciones de pesca y cuatro algo mayores que van a las costas de África. Un maestro albañil y tres oficiales. ¡Ah!, el motocarro, el otro carro y la burra. Isla sana y 80-90 años de edad máxima.
—¡Tabarca es un niño que no sabe andar!
—¡Le hace falta un padre que le enseñe y que le ayude!
Se ve, desde luego, que el amor paterno de la capitalidad no es muy afectivo. Un niño, en efecto, que necesita calor, pero también algún que otro azote...

Barcos, redes y pesquerías. Una actividad que se conjuga bien con el turismo,
con esto que tanto necesita Tabarca en las costas de Alicante.

TIEMPOS DE ATUNES Y ALMADRABAS
La «Tía Pepa la almadrabera» es un simpático personaje de Tabarca. No tuvo nada que ver con aquellos genoveses que Carlos III rescatara para poblar la isla. Ella es «vilera», llegó aquí a la edad de 3 años y ya ha cumplido sus buenos 70.
—¡Yo man recorde molt dels almadrabes...!
Fue en 1901 cuando sus padres, por aquello de las almadrabas, tuvieron que asentarse en el lugar. Eran tiempos de atunes. Hace 6 años que no ha salido de Tabarca, odia los ascensores y vive feliz en «La Gloria». Este es el nombre de aquel merendero que nos citara el sepulturero-alguacil. Dice la «Tía Pepa» que no quiere separarse de este lugar, apartado del pueblo, pero inmediato a los viejos almacenes de Lloret y Llinares. Aquí se centraba la actividad almadrabera de la isla.
—¡Aquells temps del tros de bacallar de deu sentims y del chornal de una sincuanta...!
La «Tía Pepa», fuerte y alegre, ha recordado los tiempos del vino a quince céntimos, del guisar con leña y del «pa tomaca y oli sal». Con el esparto se hacía «hilete» y con este alpargatas para los chicos.
—¿Añoranza de qué «Tía Pepa»; del jornal de una cincuenta o de los años jóvenes que se fueron para siempre?
Esta buena mujer ha conocido el «butano» el frigorífico y la comodidad de la vida de hoy. Añade que solo fue una sola vez al cine en su vida. Le gusta la paz de Tabarca pero quisiera que la isla mejorase. Y apunta:
—¡No mes me falta una cosa: la tele...!

Tabarca no es un pueblo viejo. La juventud y los niños
—más de 60 en edad escolar— esperan se dote a la isla de un mínimo de atracciones.

LOS NIÑOS DE LA ISLA Y SU AMBIENTE
Hace tiempo que se aprobó construir dos escuelas y viviendas para maestros. Los terrenos están dispuestos. Pero se utilizan las casas particulares como centro escolar.
Hay por los sesenta niños de ambos sexos que reciben enseñanza.
—¡Que también son hijos de Dios y tienen que divertirse!
Lo dicen por aquello de que en Tabarca no hay un mal columpio para entretenimiento infantil. Parece ser —por lo que hemos oído— que la Diputación acordó algo en su favor pero que hasta la fecha las cosas siguen igual.
La Caja de Ahorros del Sureste estuvo por allí. Se portó muy bien y repartió obsequios a los niños, libros, material escolar y otras cosas.
—¡Gracias a ellos se ha visto el cine en Tabarca!

EL TORREÓN DE SAN JOSÉ, QUE SE HUNDE
Esta vieja pieza arquitectónica —parece una pirámide sin terminar— fue baluarte y cárcel. Se dice que en su lado sur fueron fusilados diecinueve partidarios del pretendiente en la guerra carlista. Estos viejos muros deben tener mucha historia.
Pero hoy es cuartel de la Guardia Civil. Allí radica la emisora de la isla y allí se albergan los hombres de la Benemérita. Cada quince días se releva la guarnición o cambia el servicio. Hemos podido ver cómo un guardia, con aficiones de albañil, estaba implicado en la restauración del fuerte. Claro que también esta obra «hace agua», ya que su piso cede al resquebrajarse los muros en las mazmorras. Y es que los años todo lo pueden.
Con el cabo, don Martín Martínez, tres guardias y un radio. Un equipo de vigilantes del orden cumpliendo con su misión. Sus atenciones para con la Prensa fueron inmejorables.

Tabarca es una aldea de pescadores. Una flotilla de 15 pequeñas embarcaciones
se hace diariamente a la mar. Sus capturas las venderán en Santa Pola y Alicante.

DE VUELTA A «TIERRA FIRME»
Casi dos jornadas de convivencia en Tabarca. Allá quedaron los amigos. La proa del «llaud» del Tío Petrolo enfila a Santa Pola. A muy poca distancia el reverso de la moneda. Las modernas edificaciones se extienden sobre la franja costera. Aquí sí hay «línea arquitectónica», progreso y bienestar. Volviendo la vista atrás, la isla se va alejando y nos parece cada vez más triste. En media hora escasa de trayecto hemos pasado de lo negro a lo blanco.
—¿Y qué razones hay para impedir que Tabarca sea un centro de atracción turística?
—¿Y sus derruidas murallas y su lastimoso aspecto?
Tabarca reclama una fuente de ingresos para sus habitantes y para su municipalidad. Tabarca no quiere ser una carga y puede, con una explotación ordenada, sostenerse por sí sola y hasta evitar a Bellas Artes unos gastos de restauración que muy bien podrían salir de la propia isla. Algo así como una «liberación» racional de la «zona marítima», de la «militar», de la de «obras del puerto» y de todas las argollas que aprietan, que no dejan hacer y que acaban con la paradoja de una declaración artístico-histórica muy discutible.


2 comentarios:

  1. Fantástico documento periodístico, con las limitaciones lógicas de la época pero muy bien trabado.
    Enhorabuena Armando y gracias por estas joyas.

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  2. No hay por qué darlas, Verònica. Más tiempo que tuviera para poder rescatar y publicar...

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