Artículo de ÁNGEL ARTURO LOZANO QUIJADA
Arquitecto técnico.
Centro de Interpretación "Casa de El Campo". Proyecto Final del Master Oficial en Rehabilitación, mantenimiento y recuperación de edificios. Madrid.
Centro de Interpretación "Casa de El Campo". Proyecto Final del Master Oficial en Rehabilitación, mantenimiento y recuperación de edificios. Madrid.
Publicado en la Revista Canelobre n.º 60, Invierno 2012
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert
Entre el mar y el cielo, el tercer hito de El Campo:
Una propuesta contra el olvido
Una propuesta contra el olvido
Casa de El Campo. Foto: J. F. Garry, 1971 |
Hoy en día, cuando recorremos los senderos de El Campo,
todavía es posible encontrarse con una parte importante de la casa de labor,
cortijo o, como la denominaban los habitantes de la isla, la Casa de El Campo;
considerada un tercer hito por estar ubicada en medio de dos importantes: el
Faro y la Torre de San José. Las causas de su deterioro pueden ser diversas,
bien por el cese de su actividad debido a motivos socio-económicos, bien por no
recibir la importancia merecida o, simplemente, porque un día dejó de ser útil.
Sin embargo, cuando observamos los muros que aún se mantienen en pie, nos
abordan las mismas preguntas: ¿cómo sería la casa en sus inicios?, ¿qué función
tenía?, ¿quién vivía allí? Es evidente que su actividad cesó y, por tanto, dejó de
ser útil para quien la concibió; pero en este proyecto se marca un claro
objetivo: conservar un hito histórico y etnográfico de la isla que, aún
atrapado en el olvido, en su día fue punto de gran actividad, gracias a su
infraestructura y tierras que se cultivaban a su alrededor.
Vista de la fachada sur de la casa |
Nueva Tabarca goza de una excelente coordinación en cuanto a
su Reserva Marina y parte de su Conjunto Monumental, sin embargo, queda mucho
camino por andar en cuanto a algunos de sus bienes inmuebles cargados de
historia. En este sentido, a pesar de que la casa de labranza no posee ese
valor monumental e histórico, sí tuvo un gran significado para los habitantes
de la isla. Se trata del único vestigio que fue clave en cuanto al desarrollo
de una economía agropecuaria de carácter doméstico, de la que se obtenían
productos que servían para el consumo propio de los isleños y su exportación.
La base de la alimentación provenía de la pesca aunque,
periódicamente, desde la Península se les enviaba alimentos. Cuando para la
Corona dejó de ser rentable el mantenimiento de un asentamiento militar en una
ciudad fortificada, la población isleña cayó en el olvido, y pronto se hizo necesario
el autoabastecimiento. A partir de entonces, fue cuando se hicieron los primeros
intentos de cultivar en estas tierras áridas y poco fértiles, desprovistas de
agua dulce.
La ampliación del cortijo fue concebida por el entonces
párroco de la Iglesia de San Pedro, en los años cuarenta, ideando un conjunto de
casas a modo de granja, vaquería y establos, alrededor del corral de la vivienda
principal, ya construida con anterioridad, dejando un espacio central abierto
para los animales.
El problema de la falta de agua potable en la isla ha estado
patente desde los comienzos en que se proyectó la ciudad, y por ello hay
repartidos numerosos aljibes por toda la isla. El cortijo se abastecía de los
más cercanos, sin embargo, se decidió construir un gran aljibe en un lateral de
la casa principal, que no llegó a utilizarse. No obstante, tuvo una etapa de
máximo rendimiento, donde llegó a albergar numerosos animales de corral como
cabras, gallinas, conejos, cerdos, así como vacas.
Perspectiva de El Campo cultivado. Archivo Municipal de
Alicante
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Los cultivos principales y que más extensión ocupaban eran
el trigo, la avena y la cebada, sin embargo, también se plantaron garbanzos,
habas y guisantes en los terrenos limítrofes a la casa, al estar mejor
vigilados por ser susceptibles de robos. Había un pequeño huerto, donde se
cultivaban frutas y verduras. Posteriormente, se plantó una zona de chumberas,
también conocidas como "palas", las cuales sirvieron para la dieta
tabarquina.
Plantación de "palas" en los años cuarenta. Archivo
Municipal de Alicante
|
En cuanto a las construcciones anexas, la casa disponía de
un horno en el que se hacía el pan y se cocinaban los alimentos.
A pesar de todo, analizando la casa existente, los restos de
muros, los datos aportados por importantes testimonios de tabarquinos y
antiguas fotografías, se llegan a conclusiones que nos hacen adivinar e
imaginar cómo fue aquello.
Así mismo, y con gran entusiasmo, me aventuro en la
enriquecedora tarea de ofrecer a la isla una propuesta de rehabilitación del
cortijo, donde recuperar el volumen perdido y poner en valor un patrimonio.
Puerta del horno. Archivo Municipal de Alicante
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Estudios previos
Tomando como medio de transporte la actual línea marítima
que enlaza Santa Pola con Nueva Tabarca, me dirijo a la Casa de El Campo, donde
herramientas en mano comienzo a realizar la clásica toma de datos in situ,
croquizando y acotando los restos de construcción que afloran del terreno.
Es muy importante considerar el entorno en esta primera toma
de contacto y mantener en alerta todos los sentidos; mientras estás allí es muy
fácil, pues el silencio te invade y, mientras los muros te hablan, sólo los
graznidos de las gaviotas, el viento de levante o el oleaje del mar te adentran
más aún, si cabe, en otra época.
A medida que se realizan estas tareas, se hace una
inspección organoléptica. Consiste, básicamente, en reconocer cada uno de los
materiales que se utilizaron para su construcción, observando en qué estado se
encuentran. En mayor medida, la casa principal estaba construida con piedras
recogidas de las playas y restos de arenisca de la cantera, tierra, mortero de
cal, yeso, madera, cañizo y teja árabe cerámica. Se observan otros materiales
que pueden ser de una posterior actuación, como es el suelo de baldosas
hidráulicas y divisiones de estancias por medio de tabiques de ladrillos
cerámicos.
Se consideró determinante el testimonio de alguien que
hubiera trabajado allí, presentándose la oportunidad de realizar una entrevista
a Juan Chacopino Ibáñez, descendiente de los primeros pobladores de la isla.
El tabarquino Juan Chacopino Ibáñez frente a la actual
fachada sur
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Entrevista a Juan Chacopino Ibáñez
Buenos días, Juan. Para empezar, ¿podría decirnos su nombre
completo?
Me llamo Juan Chacopino Ibáñez. Chacopino proviene de los
primeros genoveses que llegaron a la isla, pero Ibáñez es de la península,
porque mi madre no era de Tabarca.
Me consta que usted nació y vivió en la isla. ¿En qué año
nació?
Nací el 6 de abril en el 1934. Ya he visto muchas cosas
desde entonces...
¿Nació en la misma isla o fue en la península?
¡Huy! Ir a la península a tener un hijo era aventurarse mucho.
Antiguamente, para ir a Santa Pola se podía tardar un par de horas, porque se
iban en barcos de vela o a remo, dependiendo del viento que soplara.
Las aguas que rodean la isla están llenas de vida y la pesca
era el principal medio de vida de la población, sin embargo, ¿siguió la
tradición familiar o había otras alternativas?
Aquí siempre ha sido la pesca. Toda la costa alrededor de la
isla estaba ocupada por barcas. Cada uno tenía su propio lugar. Pero yo empecé
a trabajar en El Campo con 13 ó 14 años.
¿Desde cuándo tiene usted recuerdos de que se trabajara en El Campo?
Antes de que yo trabajara allí, la casa y el corral ya
llevaban muchos años construida. Ya mi padre me hablaba del primer casero que
hubo allí, el Tío Pascual, al que no llegué a conocer.
Hoy en día, todavía quedan los muros y parte de la cubierta
de la casa de labor principal, así como restos de muros de otras construcciones
adyacentes, ¿recuerda cuándo y por quién fue construida?
Fue cuando entró el cura don Jerónimo, quien amplió la casa,
construyendo la vaquería delante del corral y la granja. En el corral se
cerraban los machos, el caballo... En la casa principal vivía el casero.
¿Qué funciones tenía la Casa de El Campo? ¿Qué se cultivaba,
qué animales se criaban?
El cura era quien organizaba la casa y tenía un encargado de
fuera. En la vaquería llegó haber diecisiete vacas, y en la granja quinientas o seiscientas gallinas, cerdos, patos, cabras. Trabajaba mucha gente en la casa. En la huerta se cultivaban garbanzos, habas, guisantes e
incluso melones. Y en el campo, había bancales donde se plantaba trigo, avena y
cebada. En los bancales donde menos se cultivaba se trasplantaron
"palas", traídas de más allá del Faro.
Vista de la casa y la vaquería. Archivo Municipal de
Alicante
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¿Qué se hacía con los productos que se obtenían?
Algo se repartía en la isla, pero la mayoría se vendía
fuera. Lo que más se aprovechaba en la isla era la leche de cabra y de las
vacas; te la ordeñaban en el momento y te tomabas el vaso de leche allí. También
vendía huevos. Con los cerdos se hacía la matanza. En cuanto al trigo y la
cebada, se trillaba en una era preciosa, donde se sacaba el grano.
¿Se molía el grano para hacer harina?
El grano se utilizaba para alimento de los animales. La
harina venía de Alicante en sacos de cien kilos, y se hacía el pan en los dos
hornos que había en el pueblo.
Sin embargo, en la casa existía un horno. ¿Se horneaban cosas
para la gente del pueblo?
No, el horno era para uso propio de los que trabajaban en la
casa.
¿Qué combustible se utilizaba para el fuego?
Leña que traían de Santa Pola y cortezas de almendras. Me
acuerdo que pasábamos tanta hambre que, cuando descargaban las cáscaras, íbamos
todos los chiquillos a buscar entre los montones, porque siempre había algún
resto de almendra, pero el del horno era tan ruin que no nos dejaba cogerlas, y
prefería tirarlas al horno.
En un terreno como éste, donde no hay agua, había que
ingeniárselas para conseguirla y mantenerla. Existe un aljibe alrededor de la
casa, ¿sabe usted qué fue primero, la casa o el aljibe?
El aljibe lo decidió construir don Jerónimo, pero nunca se
llegó a utilizar. Había otros aljibes que eran para el pueblo, pero este de la
casa no se llenó.
Vista de la fachada sur y oeste de la casa donde se aprecian
los refuerzos troncocónicos en sus esquinas
|
¿Existía algún tipo de acequias o sistema de regadío para
los cultivos?
No, pues todo era de secano y dependía de las lluvias.
Antiguamente llovía más. A veces, para no gastar mucha agua, se lavaba la ropa
con agua de mar y luego se aclaraba con agua dulce. Para lavar la vajilla, se
solía utilizar, como estropajo y detergente, tierra blanca, y luego se aclaraba
con agua.
¿De dónde se obtenía esa tierra?
En el este de la isla, a la derecha del Faro, hay una mancha
blanca en el acantilado, allí es donde se sacaba. La zona se le conoce como la
Terra Blanca.
¿Podría decirnos si los restos de algas acumulados en la
orilla, los aprovechaban para algo?
Se usaba el gallet, es decir, los tallos. Se recogían para
hacer hogueras y asar patatas en la cantera o en la playa. Se dejaban quemar y,
cuando se había hecho el rescoldo, se ponían las patatas y boniatos a asar.
Cuando la pesca empezó a decaer ¿a qué se dedicaba la gente?
A la albañilería. Había uno, Tomás, que fue el que empezó a
restaurar el campanario de la iglesia. Aquí siempre había un dicho que decía
"eres la veleta del campanario", y se le decía al que cambiaba de
idea según le interesara. Toda la vida la iglesia ha tenido una torre, pero
cuando hace poco comenzaron a restaurarla, se decidió que había que hacer un
segundo campanario. Y es que en los planos que el arquitecto había proyectado,
aparecían dos campanarios, aunque sólo se llegara a construir uno.
Se aprecia que las fachadas de las viviendas que están más
expuestas a los vientos, están muy erosionadas. ¿Recuerda si los muros de la
casa estaban revestidos por mortero de cal, o se encontraba la piedra al
descubierto?
Antes de empezar el cemento gastaban el yeso y la cal. Pero
yo no recuerdo que estuviera pintada, se veían los muros de piedra y cal como
ahora.
¿Qué me dice de los refuerzos en las esquinas de la casa,
son originales o posteriores?
Yo recuerdo que eso ha estado siempre así.
Se observa que la cubierta de la casa dispone de dos
canalones ocultos en los aleros, justo en el quiebro que hace la pendiente de
cada faldón ¿Sabe usted si el agua que recogía era reconducida de alguna manera
a los aljibes?
Aquí, en la isla, todo el mundo tenía canalones para recoger
el agua. Pero los de la casa no tenían conducción a los aljibes, porque nunca
llegaron a utilizarse. En el pueblo, el que tenía pozo sí que la reconducía,
y el que no, intentaba recogerla con cántaros o garrafas.
Detalle de la salida del canalón oculto en el quiebro del
faldón de la cubierta
|
Propuesta
En la rehabilitación, se pretende trasmitir la esencia de la
casa, donde el visitante o huésped pueda reconocer la actividad que se
desarrolló en cada uno de sus rincones.
Se trata, pues, de recuperar un patrimonio donde se divulgue
un modus operandi de los empleados que trabajaron El Campo, para obtener el
mayor provecho de sus recursos.
Como se puede apreciar en los planos de planta propuestos,
se observa que la casa principal mantiene su función de vivienda, recuperando
las habitaciones destinadas a dormitorio y respetando la zona diáfana, que se
dedicaba a la cocina y estar. En esta zona, se recuperará la chimenea en su
lugar original y se establece una conexión de las fachadas norte y sur,
permitiendo atravesar la casa por las dos puertas principales, enfrentadas entre
sí. Esto favorece la ventilación cruzada, propiciada por los vientos
predominantes de la isla. En una de las habitaciones, existía una doble altura
que se utilizaba como almacén de higos secos, y desde la que se accedía a través
de una escalera de mano desde la zona diáfana. En esta habitación, se mantiene
esa doble altura, respetando aquella naya o tambalatge, como le llaman los
tabarquinos.
Adyacente a la casa se encontraba el corral cubierto, en la
que una de sus paredes servía de sustento del horno de leña. Se ha destinado
dicha zona a cocina, mientras que lo que era el porche se ha mantenido como
tal.
Si nos dirigimos a la vaquería, se ha proyectado una
división del espacio en cinco dependencias, de las cuales tres se han
rehabilitado como habitaciones dobles, mientras que la primera se aprovecha para
recepción de visitantes, y la última, junto con parte de lo que fue el establo,
en museo etnográfico, dedicado al recuerdo de tradiciones isleñas de carácter
agropecuario. Puesto que el establo fue una zona cubierta pero no cerrada por
muros, se ha querido respetar, destinando su uso a porche para dar un espacio de
sombra al conjunto, y de esta forma favorecer, de nuevo, la ventilación cruzada
de cada una de las dependencias.
En la construcción dedicada a cochineras, se han establecido
varios usos para terminar de dar servicio a las funciones actuales del cortijo.
Se destina una zona a almacén de materiales necesarios para las actividades
sostenibles, otra para guardar la ropa blanca, otra como sala de uso
polivalente (como talleres y charlas) y, finalmente, se destina una parte para
el desarrollo de una escalera, que permita el acceso al interior del aljibe.
Se le debería dar especial importancia al corral, donde
permanecían los animales, aprovechando todo el espacio para la creación de un
huerto, destinado a interpretar la agricultura representativa de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX.
Se aporta una alternativa sostenible en cuanto a tendencia de
mejora en las infraestructuras de Nueva Tabarca, de tal manera que los
objetivos principales del proyecto sean: el desarrollo de una novedosa oferta
cultural y ambiental en el medio terrestre tabarquino; propiciar iniciativas en
cuanto a actividades sostenibles con el medio; posibilitar la implantación de
energías renovables, reducir al máximo su impacto en el medio ambiente y su
huella en el paisaje, así como la oportunidad de rehabilitación del inmueble,
incluyendo un alojamiento rural de calidad.
Para la consecución de dichos objetivos, el proyecto
establece una serie de propuestas para cada uno de los objetivos principales.
En cuanto al objetivo del desarrollo de la oferta cultural,
se propondría la conservación y restauración de todo el conjunto de edificaciones
que existían en la casa de labranza. De esta forma, se podrá dar a conocer la
arquitectura rural de la isla, el volumen de todo el conjunto y la recuperación
del horno de leña. Se puede habilitar una zona como centro de interpretación
terrestre, para exposición museística permanente, donde se recojan todo tipo de
herramientas, utensilios, documentación, flora y fauna, representativos de la
zona. Se piensa en las visitas de escolares como una opción de gran demanda e
interés, usando para ello la sala polivalente. Todo ello, con el objetivo claro
de divulgar este tipo de construcciones y las actividades que se realizaban en
ellas, teniendo la posibilidad de realizar charlas y presentaciones por parte
de los coordinadores y responsables del Conjunto Patrimonial Cultural y Natural
de Nueva Tabarca. Respecto al aljibe, al tratarse de una estructura abovedada,
se podría vaciar en su totalidad, dotándole de un nuevo uso con la posibilidad
de convertirlo en sala de exposiciones itinerantes. En la zona central del
conjunto, como ya se ha mencionado anteriormente, se recrearía un huerto con
diferentes parterres, donde poder reconocer los cultivos que mejor se adaptaron
al terreno, así como plantas autóctonas, medicinales y aromáticas que se
comercializaban.
Pensamos, también, en la conveniencia de implantación de
energías renovables, para lo que sería necesario que se instalarán aljibes
modernos para el aprovechamiento del agua de lluvia, recogida a través de un
canalón oculto de las cubiertas de las edificaciones. Esta agua se empleará
para el riego del huerto. De igual forma, es interesante destinar una parte del
terreno y de las cubiertas para la instalación de paneles solares híbridos
fotovoltaicos y térmicos, que dará cobertura a toda la red eléctrica y agua caliente
sanitaria de este centro. Aprovechando los vientos que predominan en la isla, se
valoraría la instalación de un aerogenerador para un aporte de energía extra,
incluso la instalación de un pozo canadiense como alternativa a la
climatización interior de las edificaciones. Todo ello redunda en la eficiencia
en la ecología de las instalaciones.
Reducción y ahorro en el consumo de agua, así como
tratamiento y reutilización de aguas grises, también deben ser objetivos de
eficacia ecológica en un lugar como Nueva Tabarca. El agua tratada se podrían
canalizar independientemente de las aguas potables de la red, y ser reutilizada
posteriormente para determinados usos.
Realización de actividades sostenibles en la isla debe ser
objetivo importante, posibilitando el acercamiento a la realidad etnográfica,
geográfica, geológica y, en definitiva, patrimonial de Nueva Tabarca. Y, por
supuesto, el poder realizar tranquilos paseos por toda la isla en bicicleta o a
pie, disfrutando de su belleza natural.
Finalmente, y siguiendo el último de los objetivos
principales del proyecto, se incluye en la rehabilitación del conjunto, la
integración de un establecimiento rural en el paisaje tabarquino del siglo XXI.
La situación de la casa la hace excepcional, al encontrarse dentro de un paraje
protegido y rodeado de ese mar declarado reserva marina. Se encuentra lo
suficientemente alejada como para sentirse agradablemente
"desconectado", y, sin embargo, está a un paso de toda la variada
oferta que la isla ofrece. Se trataría de un singular alojamiento, que
posibilite el poner en valor un testigo del patrimonio tabarquino, y participar,
a su vez, en lo que se podría llamar un "Museo Activo Rural" (M.A.R).
Fotomontaje del cortijo una vez rehabilitado y puesto en
funcionamiento.
Foto de fondo: José Manuel Pérez Burgos |
Sabemos que Nueva Tabarca se ha convertido en un atractivo
turístico preferente de la Costa Blanca. A pesar de una pequeña extensión de
poco más de treinta hectáreas, se trata de un destino de primer nivel, en cuanto a
los valores patrimoniales que posee, ya que su entorno marino está declarado Reserva Marina desde 1986, y su superficie terrestre como Conjunto Histórico
Artístico desde 1964.
Miles de visitantes, todos los años, se acercan a este
singular enclave insular con la ansiedad de bañarse en sus transparentes y
limpias aguas, conocer un recinto amurallado habitado de una singular
idiosincrasia, así como visitar sus hitos monumentales, el Museo Nueva Tabarca,
y recorrer los senderos de El Campo para disfrutar de su espléndido litoral.
En base a todo ello, Nueva Tabarca reclama espacios donde
sus visitantes puedan relajarse, disfrutar del enorme potencial que esconde, y
aprovechar las oportunidades que puede ofrecer durante todas las épocas del
año.
La tendencia de Nueva Tabarca siempre debe ser la de
mejorar. Posee los recursos, pero hay que preservarlos, difundirlos y ponerlos
en valor. Ya se están haciendo actuaciones en este sentido, tal como la
restauración de la iglesia, la rehabilitación de la Casa del Gobernador,
actuaciones en las murallas, impulso de recursos didácticos y educativos, así
como el proyecto reciente de empedrado y acondicionamiento de sus calles. De la
misma forma, se continuará mejorando la imagen de las fachadas del pueblo y
reconstruyendo otros lienzos de la muralla.
Para acabar, como alternativa a la propuesta que hemos
presentado, y mientras se llevara a cabo su desarrollo, sería conveniente
reivindicar una consolidación y protección de la estructura existente de este
inmueble rural, paliando su acelerado avance de deterioro y ralentizando su
completa desaparición. Entendemos que el mejor renacer que pueda tener algo en
decadencia, es el redescubrimiento y puesta en valor de sus raíces. Desde luego,
no sería la mejor opción que un hito de estas características y potencial se
dejara perder en el olvido, por falta de conocimiento sobre sus valores, medios
y sensibilidad.
Nueva Tabarca es mar, pero también calles, iglesia, casas y,
por supuesto, sus gentes y tradiciones. La restauración de la Casa de El Campo,
podría ser el complemento ideal a esta rehabilitación integral de las
construcciones y tradiciones del pueblo tabarquino.
BIBLIOGRAFÍA
GONZALEZ ARPIDE José Luis, Los tabarquinos, Alicante,
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2002
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