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Arqueología tabarquina en la revista "Ibérica"

El Observatorio del Ebro (Universitat Ramon Llull, Consejo Superior de Investigaciones Científicas), junto con el Ayuntamiento de Roquetes (Tarragona) y el Institut d'Estudis Catalans, conmemoraron en abril de 2013 el centenario del nacimiento de la Revista Ibérica (1913-2004).

Esta publicación fue creada por el padre jesuita Ricard Cirera, a su vez fundador del Observatorio del Ebro, con el objetivo de difundir semanalmente el conocimiento científico y tecnológico de la época. El proyecto fue pionero en España y logró mantenerse noventa y un años, durante los que documentó la revolución tecnológica del siglo XX. Formaba parte del conjunto del proyecto ideado en la fundación de esta institución, y se publicó en el Observatorio hasta 1925, pasando el 3 de septiembre a editarse en Barcelona, donde adquirió gran renombre y difusión. Fueron subtítulos posteriores de la revista: «Actualidad científica» y «Actualidad tecnológica».

Inicialmente denominada sólo Ibéricaha sido y continúa siendo una importante fuente para la localización de los jesuítas que trabajaban en el Observatorio, así como de sus trabajos, ya que, además de ser utilizada como medio de comunicación, en ella se publicaban noticias que llevan a descubrir otras fuentes a las que acudían. Aparte de las informaciones astronómicas, sísmicas, meteorológicas, heliofísicas, etc., que se daban periódicamente, incluye una recopilación de informaciones dentro de la sección denominada «Crónica científica», de las que seguramente una mayoría eran aportadas por los propios colaboradores del Observatorio, tanto nacionales como internacionales.

Ibérica, vol. 00, n.º preliminar, spécimen A, octubre 1913
(Observatori de l'Ebre. Biblioteca de Roquetes)

Se llevaron a cabo dos números preliminares: Spécimen A (octubre de 1913) y Spécimen B (noviembre de 1913). Tuvo periodicidad semanal en una primera época, entre el 3 de enero de 1914 y el 11 de julio de 1936; fue suspendida de 1936 a 1945, retornando como quincenal, en su segunda época, entre el 6 de enero de 1945 y el 15 de junio de 1962, variando sus dimensiones, su tirada y su número de páginas; se inició una tercera época en julio de 1962, hasta que, en marzo de 1984, pasa a ser editada por l'Associació de Pedagogia de les Ciències, hasta su desaparición en 2004. Se editaba tembién, de forma esporádica y en distintas épocas, un Número Extraordinario Anual de «Ibérica: Suplemento Técnico Industrial de Publicidad», así como un Suplemento Semestral.

El Número Preliminar «Spécimen A», define tener como objetivo de la revista «la cultura general científica, no limitándola a las ciencias astronómicas, aun tomadas en toda su amplitud, sino extendiéndola a todas las ciencias y aún a sus múltiples y casi infinitas aplicaciones». También explica el por qué de su denominación:
IBÉRICA, en cuanto es palabra latina, tomada sustantivamente significa cosas ibéricas, o cosas del Ebro; y aunque ese nombre no determina el objeto especial de la Revista, da sin embargo a conocer su procedencia, o sea su íntimo parentesco con el Observatorio y demas instituciones científicas del Ebro. Además, su significado cuadra bien con todo lo español, su pronunciación es fácil y rápida, el sentimiento que excita es patriótico, y la indeterminación en lo que representa es pasajera, pues le acompaña la explicación que concreta su fin: «El Progreso de las Ciencias y de sus aplicaciones».
A continuación, y haciendo referencia al origen de la idea de publicar esta revista, añade la siguiente información:
El Observatorio del Ebro, nacido en 1904, inaugurado científicamente con el eclipse total de sol de Agosto de 1905, ha limitado hasta el presente casi toda su actividad a la publicación de un Boletín mensual, abundante en cuadros numéricos y en representaciones graficas, sólo útiles a los técnicos, y a la publicación de algunas Memorias, dirigidas también con preferencia a los especialistas. De aquí que, frecuentemente, se nos pidiese una publicación acomodada al público ilustrado en general, en la cual se vulgarizasen los fenómenos, exponiéndolos en forma a todos asequible. Este deseo, tan digno de ser atendido, ha sido el punto de partida, y como el primer fundamento del actual plan de Revista, al cual no se ha llegado sin una evolución notable y ampliación de la primitiva idea.
Pues bien, en el número 413 del tomo 30, de fecha 15 de noviembre de 1959, Ibérica recoge, tanto en el sumario de la portada como en la página 361 de la sección «España y América», subsección «España», un artículo sobre los últimos descubrimientos arqueológicos en Nueva Tabarca. Independientemente de su posterior comprobación de su veracidad o no, este es su texto íntegro:

Ibérica, vol. 30, n.º 413, 15 de noviembre de 1959
(Archivo Armando Parodi)
Descubrimiento arqueológico
en la isla de Tabarca
El arqueólogo Padre Belda ha encontrado en la isla de Tabarca, situada frente a la capital alicantina, siete interesantísimos yacimientos arqueológicos llamados a esclarecer muchos datos sobre la historia de Alicante: cuatro de ellos romanos; dos, al parecer, visigodos, y uno del siglo XVIII.

Los yacimientos romanos son un campo submarino de ánforas en el que han sido hallados ejemplares que van desde el siglo I antes de Jesucristo hasta el siglo III o IV después de Nuestro Señor; una factoría romana de pesca, situada en el promedio longitudinal de la isla, que floreció en los siglos III al V después de Cristo, donde ha sido hallada también una moneda de oro del Emperador Honorio, que estaba entre las arenas submarinas cercanas a la playa; una necrópolis que rodea este establecimiento romano dedicado a la pesca, y otra factoría pesquera semejante a la anterior, situada en la extremidad occidental de la isla. Se da la circunstancia de que en ambas factorías faltan las usuales balsas que tanto abundan en las costas de Santa Pola y Lucentum, dedicadas a la salazón de pescado, por lo que se supone que ya entonces los romanos utilizaban la isla como lugar rico para la captura de especies marinas, que eran trasladadas a las factorías de Santa Pola para su salazón.

Los dos yacimientos medievales hallados son, según parece, postvisigóticos. De uno de ellos sólo restan paredes y gruesos muros que surgen a flor de tierra, y se cree que era una fortaleza de Teodomiro, sobre cuyos cimientos edificó Carlos III el actual poblado isleño. A sus pies hay una llanura arcillosa que sepulta cerámicas raras, cuyo estudio sistemático se espera pueda concretar muchos datos sobre la fortaleza del reinado de Teodomiro. El otro resto gótico es una vieja torre cuya parte superior se debe a Carlos III, pero en cuya base el Padre Belda ha hallado restos que parecen pertenecer a un convento de los últimos tiempos visigodos. La edificación recuerda, como muy similar, el convento visigodo de San Martín existente aún en la isla del Portichol, frente a Jávea, cuyo origen fué fijado por el arqueólogo alemán señor Schulten.
En realidad, esta reseña no es sino una ampliación y revisión de la noticia que apareciera en la portada del Noticiero de Cartagena del día 23 de junio, como lo prueba la transcripción siguiente, íntegra del mismo, que firma la agencia Cifra:

Noticiero de Cartagena, portada del 23 de junio de 1959
El arqueólogo Padre José Belda, ha encontrado en la iglesia de Tabarca, situada frente a esta capital, siete importantísimos yacimientos llamados a esclarecer muchos datos sobre la historia de Alicante, cuatro de ellos romanos, dos al parecer visigodos y uno del siglo XVIII.
Los yacimientos romanos están en un campo submarino de ánforas en el que han sido hallados ejemplares que van desde el siglo I antes de Jesucristo hasta el siglo 3 o 4 después de Nuestro Señor.
Una factoría romana de pesca situada en el promedio longitudinal de la isla, donde ha sido hallada también una moneda de oro. Una necrópolis que rodea este establecimiento romano dedicado a la pesca y otra factoría pesquera semejante a la anterior, situada en la extremidad occidental de la isla.
En uno de estos establecimientos sólo quedan restos de paredes y gruesos muros que surgen a flor de tierra y se cree que era una fortaleza sobre cuyos cimientos edificó Carlos III el actual poblado de la isla.
A sus pies hay una llanura arcillosa que sepulta cerámicas raras, cuyo estudio sistemático se espera pueda proporcionar muchos datos sobre la fortaleza del reinado de Teodomiro. Hay también una torre gótica cuya parte superior se debe a Carlos III, pero en cuya base han sido hallados restos que parecen pertenecer a un antiguo templo de los últimos tiempos de los visigodos.

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